Microhistorias pasadas

Nube de gas que empaña mis pensamientos. 
Flota sobre mi cabeza y crecen en ella los lamentos y sollozos de una niña que enfermó, de impotencia y de abandono de la esperanza que le falló. 
Cuando las metas huyeron con las personas que las fundaron. 
Una niña que se queda en un barco viendo alejarse la tierra firme, dejándose llevar por el viento.
Las piernas me tiemblan y con ellas el alma.
He roto los esquemas de la coherencia, te besé.
¿Qué menos caso puedo hacer de los dioses que me alejan de ti?


Tengo miedo de escribir y que salga tu nombre. 
No quiero que seas mi mera debilidad, donde puedas romperme en mil trozos...
No quiero.
Estoy harta de que se rompan mis ilusiones...
No.
Me niego. 
Solo quiero dure lo que dure lo que quiera que sea esto, lo hayamos disfrutado.


Ojostristes que alegran y dan fuerza a mi corazón. 
Súbeme al cielo, para que bajemos juntos al infierno...


Dolor comprimido en mi mandíbula, entre mis dientes.
Cada paso que doy es otro segundo que pierdo de ser algo.
Me quema no ser nadie.
No ser fundamental para nadie. 
Mi ojo llueve como en la calle, luce brillante ante el reflejo de las luces.


Si el gato mira tus pasos y deja lleno su plato, no esperes nada más que una mirada amarilla y fría del negro felino.
Lucha por un rincón a refugio de esos ojos, que calan hasta el alma y la hacen pequeña y minúscula, fría y cúbica...
Huye de sus ojos.


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