Por eso hoy, yo, no me siento viva

Bamboleo de trenes que se sienten como yo, que no llegan a su destino  sino el que se les ha marcado, hoy Argüelles, mañana a Moncloa, dentro de dos horas Alonso Martínez y quizás dentro de una semana a Plaza Eliptica.
Quizás yo abandone mi rumbo, el mío que me quise imponer, ya solo me queda vagar hasta encontrar runo nuevo, como las partículas de polen que me joden día a día en cada primavera, vagando por el aire, hasta donde éste las quiera llevar. 
Siempre fui adaptativa, moldeándome al presente y al futuro (quien pudiera el pasado), y, ahora, la escultora se queda si ideas frente a la mole de barro, y nadie la puede guiar.
Duele ver las metas ajenas y, tristemente, envidiar a sus poseedores. Nadie sabe lo que es envidiar algo que tu misma te has vetado hasta que la verdad te abofetea la cara, solo los amantes nobles y poco orgullosos.
La vida no es más que el camino, el camino que trazamos hasta unas metas y el escaso, o amplio, tiempo que podemos dedicar a disfrutarlas.
Por pequeñas que sean.


Por eso hoy, yo, no me siento viva.


La vida es correr hacia esas metas y luchar por ellas, alcanzarlas con las yemas de los dedos y dar un salto para poder agarrarlas con fuerza. Es cerrar los ojos al aferrarlas y sonreír.
Suertudos.


Por eso hoy, yo, no me siento viva.


La vida es todo eso y más, pero para mí, hoy, sólo importa eso.

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