Los sueños llegan a un punto que la memoria no los digiere. En que el subconsciente se apodera de la mente y del cuerpo y juega con ellas como un titiritero. El subconsciente es cruel con quien le evita y amigo de quien le cuida y le respeta. Él me ayuda a alcanzar metas que escapan del alcance de mi consciencia, utopías de mundos que nunca existirán. Todo sucede en mi mente, pero lo hace tan real que es casi divino. El sueño del ser humano es tan intuitivo como el doble latido de un corazón. Si no lo piensas y dejas hacer el trabajo al subconsciente lo hará por ti, como el respirar. Aletea una mariposa entre mis párpados y en mis oídos. La cuenta atrás ya ha empezado. Me dejo caer al vacío de espaldas, disfrutando cada gramo del viento que silba en mis oídos. Sin ser consciente de si caeré sobre algo en algún momento. Sonrío. Es mi momento, mi libertad.
¿Crees que no me ha costado llegar a este punto? Este punto de "ser fuerte" de sonreír siempre. Aunque me falten motivos, aunque me falten las ganas, aunque me falten las manos que me acompañen, aunque todos seáis felices y yo me siga pudriendo en el agujero. Sigo estando sola. Modificando mi cuerpo para funcionar con inercia, así sigo adelante. Las lágrimas siempre se quedan a medio camino entre el corazón y los ojos. Y aquí sigo yo, colgada con unos ganchos del techo, observando vuestras vidas, de las que me seguís apartando para ser más felices, y yo dejando caer mis lágrimas de odio sobre vuestras sonrisas.
Donde terminan los caminos, los senderos y las vías. Donde caen los barrancos, acantilados y pendientes. Donde la voz se apaga y se hace eco. Donde la luz se apaga y nace, y nace la sombra. Las huellas se pierden y el rumbo cambia, el esputo caído a ambos lados del camino, siendo prueba y testigo del esfuerzo del caminante. Sol que tortura la piel y las sienes hasta que el dolor te hace gritar. Busca tú, determinado por tus ideas, una ruta alternativa por la que el sol, la deshidratación y la anemia os permita, a cuerpo y mente, encontrar vuestro destino. Alienados de la urbe, la mente tenéis dopada de sustancias que el estrés os provoca y que, y lo sabéis realmente, no queréis evitar. Disfrutáis de ello, igual que lo hago yo. El tacto suave y frío del metal y el punzante sonido de el tac del minutero del reloj os estimulan. Una calada más al cigarro, tan efusiva que llega hasta los intestinos, para aliviar el dolor que os inflige la dura vida de la ciudad, de lo cosmopolita
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