Saturación Mental

Una habitación sin luz, una ventana minúscula en una de las paredes, tan alta que nunca conseguiría asomarme por ella. Ésa es mi realidad, cuatro paredes arañadas de sufrimiento y dolor. Escaso metro y medio que recorro en segundos, que no me permite librarme de la atrofia muscular que padezco de tantas noches y días de encarcelamiento.

Una carcel sin carcelero, una habitación sin entrada, pero sobre todo, sin salida. Mi cuerpo desnudo sentado en la tierra prensada del suelo, mis uñas clavadas en ella. Las uñas rotas y desbordantes de tierra húmeda, la boca seca y los ojos rojos, carentes de luz solar.

Una sala de la que nunca vi el techo, de la que nuca vi puerta, solo las estrechas paredes surcadas por mis uñas, y esa maldita ventana de mi condena. Aunque duermo, no sueño, solo deseo, pero aquí todo es imposible y mi ilusión se destroza al intentar salir de ésta habitación, golpeándose contra las paredes. Pero lo que más odio, más aún que la ventana, más aún que no soñar, es tener solo los recuerdos austeros y borrosos de un pasado incierto para ocupar tantas horas de soledad, aunque solo provoca dolor, dolor y más dolor. Añoranza, melancolía, ilusión… y una esperanza rota.

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