Versan los antiguos textos de que las lágrimas curan, que la vida sigue y la sonrisa te hace más bella. Relatan vidas utópicas y metas imposibles, que tildan de improbables. Cantan las horas, porque el tiempo vuela y nunca se podrá recuperar. Exprime, aquí en mi boca, la esencia de la vida, o mátame. Dame, a través de los poros de mi piel, los aromas que me hacen viajar. Y yo, crédula o escéptica, creo en todo y nada de todos estos sueños. Cabizbaja y sumisa ante sus ojos, orgullosa y manipuladora ante los míos, baraja completa rozando los puños de la camisa. Trazas de cariño huyen entre mis dedos, mientras la nube de responsabilidades , promesas, horarios, gritos y malas caras se ancla a mi. Quiero huir, lejos de sus futuras decepciones, de su obsesión de perfección,de la gente, de todo. Pero volver. Volver para arreglarlo todo, para salir de esta espiral, volver sabiendo quien soy yo. Volver.
Donde terminan los caminos, los senderos y las vías. Donde caen los barrancos, acantilados y pendientes. Donde la voz se apaga y se hace eco. Donde la luz se apaga y nace, y nace la sombra. Las huellas se pierden y el rumbo cambia, el esputo caído a ambos lados del camino, siendo prueba y testigo del esfuerzo del caminante. Sol que tortura la piel y las sienes hasta que el dolor te hace gritar. Busca tú, determinado por tus ideas, una ruta alternativa por la que el sol, la deshidratación y la anemia os permita, a cuerpo y mente, encontrar vuestro destino. Alienados de la urbe, la mente tenéis dopada de sustancias que el estrés os provoca y que, y lo sabéis realmente, no queréis evitar. Disfrutáis de ello, igual que lo hago yo. El tacto suave y frío del metal y el punzante sonido de el tac del minutero del reloj os estimulan. Una calada más al cigarro, tan efusiva que llega hasta los intestinos, para aliviar el dolor que os inflige la dura vida de la ciudad, de lo cosmopo...
Adoraba la época de nuestro primer beso en aquellos soportales fríos y ahumados de cigarrillos rubios de aquellos muchachos imberbes que jugaban a ser dioses en el patio de la escuela. Aquellas mañanas mojadas que nos hacían correr a un autobus lleno de gente para separarnos más tarde frente a las puertas de nuestras cárceles infantiles. Amaba esa época y volvería a vivirla una y mil veces, porque estabas tu para vivirla a mi lado aunque sintiese ese dolor que desgarra, que mata, para morir y revivirlo de nuevo una vez más.
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