Aquel puente

El vértigo vuelve a jugarme una mala pasada. Estoy en aquel puente con esa desgraciada altura, aquel puente viejo de tablas tambaleantes, de cuerdas medio desgarradas, pero esta vez no estoy sola, tengo una compañera que no parece tener el mismo vértigo, mira al vacio y me sonrie mientras dice “estoy contigo”. Dos palabras que me devuelven el aliento y la esperanza, algo dificil de entender, porque se supone que es algo que ya se, pero no importa, solo importa que en ese momento cogí aire y di un paso al frente. La madera crujió bajo mi pie y asustada intenté retroceder, pero ella se había puesto en mi espalda, para que no me girase. Me lo volvió a decir esas dos palabras despacio al oido, “estoy contigo”.

Entonces puse paso firme y cerre los ojos, aguantando crujidos bajo mis pies de esos viejos y carcomidos tablones de madera, sintiendo bajo mis dedos aferrados a las cuardas como éstas se tensaban y tensaban. El miedo recorría cada uno se mis capilares, pero en cuanto mi pulso se aceleraba demasiado, a mis oidos llegaban esas dos palabras y me tranquilizaban un poco más.

Por una claustrofobia indeseada y momentanea siento la necesidad de abrir lso ojos, y lo hago, como si me costase respirar y eso lo paliase , vuelvo a mirar al vacio y mis piernas se tensan y, para mejorar la situación, la suave brisa que removia mis cabellos ahora se estaba embraveciendo y agitaba el puente una vez, y otra.

“Estoy contigo”. Fue lo último que oí antesarmarme de valor y salir corriendo para la dirección en la que andaba, pero pocos metros antes me tropecé y caí de bruces al suelo del puente, a las tablas, entonces abrí los ojos y levanté la vista y al final del puente estaba mi compañera, tendiéndome la mano, asi que me levanté y fui andando hacia ella, la di la mano.

Saliendo del puente me di cuenta de lo estupida que había sido… mi alma siempre había estado conmigo.

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