“Cierra los ojos princesa, hay cosas que nunca deberías ver ”.- Dijo su padre por última vez. Lo siguiente fue un tulipán entre sus manos y el ruido de los coches frenar tras un golpe seco contra el asfalto nueve pisos más abajo. Ése era el recuerdo que latía en tu hipocampo. Ése recuerdo era el que revivías en sueños. Ése recuerdo era el que te atemorizaba. Sólo tenías doce años cuando esto pasó, y tu vida cambió por completo desde entonces. Sabía que valorabas todo mucho más tras eso y que criarte teniendo a tu abuela como única familia hacía que la ampliaras fuera de tu casa. Yo era parte de esa particular familia y humildemente me enorgullecía de ello, por el simple hecho de que tú me hubieras invitado a ser parte de ella. Sin siquiera planteármelo. Tu vida es una montaña rusa de emociones, un tablero enorme perpendicular a un eje minúsculo e inestable. Quizás por eso te amarres a mí, quizás mi capacidad para evaporarme sea lo único que lo perjudique, pero cierto es que, para bie