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Mostrando entradas de septiembre, 2010

Huyo.

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Calma en el espacio infinito de cielo despejado.  Mente en blanco.  Brisa azul. Pelo que se ondula con el viento, cuello estirado, ojos cerrados. La luna brilla tímida en el cielo y la torreta la señala maleducada. Las nubes saludan al nuevo astro. Los campos la saludan desde el suelo, pero señalizantes hacia al reina del paisaje. Voces que suenan como el viento, apoyadas en una piedra, de postura cómoda y masculina. El relax llega al éxtasis y el ruido de los insectos empieza a ser audible. En poco tiempo solo oíamos grillos y cigarras.  Paso lento. Música en mis cascos. Lato al unísono.  Huyo. Huyo a mi mundo donde solo están mi música, mi viento, mis lunas diurnas y mis cielos de color. Huyo una vez más a mi castillo de algodón.  Huyo una vez más a mis abismos de cartón. Fotografía mía, via Mvl.

Agua

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Agua cristalina que me limpia mis lágrimas fundiéndose con ellas. Agua pura que se lleva mis pecados antes de ser cometidos. Agua limpia que llena mi ser de ternura. Agua, musa de mis sueños y mis días, que hace sentirme bien. Agua, humana vida que me hace sentirme segura y con energía. Agua, fresca y nueva, constantemente cambiante. Latente. Agua, vital para mi existencia, para que realmente viva, para que realmente te necesite. Agua, dame tu cambio que me falta. El ser fría como el hielo y al instante ser vapor. Agua.

Todo sería más fácil

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 Doy un paso firme en mi camino y otro con el pie que cojea. Duele saber que no eres de nadie. Duele saber que eres de todos. Los extremos nunca fueron buenos, pero los intermedios... aún menos. Pisando la línea discontinua de la avenida principal de una calle importante. Doble dirección. Por la derecha. Por la izquierda. El miedo de morir atropellada. El miedo de que te golpee un retrovisor de un conductor torpe. El miedo a salirte de la línea. Miedo. Ahora cierro los ojos. Diferente escenario. Misma situación. Barca en medio de un gran río. Pánico a las aguas profundas y yo en una barca justo en el centro. Las orillas están muy lejos. Tanto la derecha como la izquierda. Vuelve el miedo. Miedo a caer a las aguas profundas de las que solo veo un espejo. Miedo a que la barca vuelque, me ahogue y aprisione hasta que me quede sin oxígeno. Entonces el miedo se transformó en pánico. Todo sería más fácil si las aceras de esa calle estuviesen bajo mis pies, alguna de ellas. Todo sería más

La culpabilidad de la impotencia.

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Lágrimas y sonrisas de culpa sangrantes. Gritos inaudibles de silencio irrompible. Piel de mármol caliente algodonado, fuerza alcanzable a solo un grito de rabia. Intento de obviar las preocupaciones constantes por sonrisas doloridas, consumidas por la culpa de ser parte de la causa. Puñetazos a paredes y colchones, sin la suficiente potencia para desahogar nada, ningún corte es lo suficientemente profundo, ningún llanto lo suficientemente alto, ninguna huida lo suficientemente meritoria o lejana. Impotencia. Explosión. Odio. Rabia. Dolor. Culpabilidad. Angustia. Impotencia.

Amo cuando la sangre baja por mi piel.

Tengo un dolor que explota mis venas, que late en aullidos y tiene el color de la amargura. Abro su ruta a la libertad y la hago de guía, para que su onda expansiva lo aleje de mi, con una cuchilla afilada aflora latiendo brillante. Metal de mi libertad, acero de mis deseos, que me ayuda a librarme de ese dolor que quema. Solo un poco más. Un centímetro y me habré pasado. Pero ahora estoy en el limbo, sintiendo latir mi piel. Liberándome. Dejando volar temporalmente mi alma. Dejando que la sangre baje por mi piel, caliente.

Tormenta personal.

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Nubes sobre mi cabeza cubren mi negrura mental, nubes oscuras y opacas, con ganas de guerra. Automutilación, ansiedad autoaprovocada. Masoquismo. Estupidez. Dientes apretados. Tontería. Dureza mental, cabezonería. Todo eso tapan las nubes. Todo ésto expresan las nubes. Angustia, embotellamiento. Inmolación. Gritos, dolor. Explosión. Rayos salen de las nubes iluminando su oscuridad y truenos hacen eco en sus concavidades, obviando por un momento su aislamiento. Y ahí siguen, ese grupo de nubes aisladas sobre mi, creándome mi tormenta personal, intentando liberarme de esa mordaza que duele, por callarme estupideces que nunca oirá nadie más que mi alma.

Dream...

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He soñado con las huellas dactilares de unos labios. Con el tacto de unos dedos que besan. He soñado con miradas que atraen como imanes. Con palabras que besan el cuello. He soñado con dedos que se me antojan lenguas. Con roces que dejan la huella de un robo. El robo de la razón, del sentido común. He soñado con sustos esperados. Con saludos ciegos con nombres y apellidos. He soñado contigo. Y contigo. Y contigo. He soñado un momento, he soñado muchos. Con sus más y sus menos, pero se que no te quiero. Ahora, sueña tú. Me toca soñar libre.

Eloïse

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La vida no hay que mirarla, hay que verla.  Hay que sentir lo que nos rodea. Hay que volar entre los sentidos que revolotean en nuestro ser. Hay que besar lo que tocamos con nuestros dedos. Hay que latir al ritmo de lo que oímos. Hay que desear, pensar, la realidad de lo que vemos. Hay que reir con cada verdad y cada palabra mirada, que no dicha. Hay que sentir las respiraciones. Los roces. Hay que sentir. Hay que danzar entre la música y los trazos.  Hay que sonreir entre beso y beso, cuando las narices se juntan y los ojos aún no están abiertos. Hay que dibujar, escribir, relatar, cantar, bailar, ... Hay que expresar lo que sientes. Hay que sonreir. Hay que disfrutar. Hay que reir. Hay que llorar. Siente. Disfruta.  Vive.

Verdad

-           Mírame.- Escupí con odio en tu cara. Silencio. -           ¡Mí-ra-me!.- Te exigí, y tú agachabas aún  más la cabeza. -           ¡He dicho que me mires! Me giro. Te agarro de la melena y tiro de tu cabeza para atrás, para que, si abres los ojos, no tre quede más remedio que mirarme. Pero no. No podías hacerme caso. Apretaste tan fuerte tus párpados que lo único que haría que abrieses tus ojos era el dolor. -           Tú… Cerdo… Sabes que esto puede durar mucho si insistes. Sólo te exijo que me mires. ¡Abre los putos ojos! Nada, ni un cambio en la presión de los párpados. La rabia, mi cuchillo. Rajé tu párpado. Sangre. Ahí si abirste los ojos, cabrón. Ahí abriste la boca, los pulmones, chillaste como lo que eres. Un cerdo. Hundiendo la mordaza entre tus dientes. -           Sangras. Chillas. Y por fin, me miras. ¿Sabes que no mereces tanto, verdad?¿Sabes que solo eres una sucia escoria? No vales para nada. No tienes familia. No tienes amigos. No tienes cariño. No tienes

Invierno en septiembre.

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Cada pétalo caído del cerezo es un deseo al viento. Un sueño incumplido. Imposible. Cada rastro de nieve sin prensar bajo los pies de nadie, algo que quedará en el olvido. Impoluto. Cada trozo de hielo intacto una aventura sin disfrutar. Intacta. Reservada. Cada nube que pasa por un campo sin nadie que descubra figuras una verdad por ocultar. Escondida. Ahora voy camino a mis sueños, con las manos llenas de pétalos de cerezo,  pisando y oyendo el dulce sonido de la nieve compactándose bajo mis pies. Llegaré hasta el hielo intacto, bajo un cielo encapotado donde no se distinguen unas nubes de otras, y una vez allí, cerraré mis ojos. Y recordando mis sueños y mis deseos lanzaré los pétalos al viento susurrante y me colocaré de nuevo mi gorro de lana, para volver a ninguna parte con una sonrisa. Comenzar así, una nueva forma de mirar la vida.